miércoles, 1 de diciembre de 2010

La resistencia al cambio


La búsqueda de un mayor rendimiento pasa, de forma imprescindible, por algún tipo de cambio en las organizaciones. Ya sea la instalación de nuevas tecnologías, la reordenación de la plantilla o nuevos hábitos a adquirir por el personal. La mejora continua va de la mano de la adaptación constante a novedades.

Una práctica común en las empresas es recurrir a una consultora externa para que detecte los posibles fallos en la gestión, y así encontrar las posibles soluciones para aumentar la competitividad de la entidad.

En este proceso, se choca contra el mayor enemigo de la innovación y optimización, la posible resistencia al cambio del equipo humano de la compañía. Para la mayoría de empleados, en un principio, en vez de entender los cambios como una oportunidad para fortalecer el negocio, los ven como un intrusismo destructivo que les genera miedo y ansiedad.

Muchas veces, el equipo directivo tiene una parte de culpa en la visión negativa del cambio que tiene el personal, debido, por ejemplo, a los anuncios distantes y jerárquicos que publican, del estilo “El presidente anuncia…”. En la gestión y comunicación de un proceso de cambio está la clave de su éxito. Si se da un paso en falso, se puede provocar el rechazo de las personas a cualquier petición que se les haga.

Lo que más influye en los empleados, para que se resistan al cambio dentro de una empresa, se debe al poco conocimiento que tienen frente a lo que implica dicho “cambio”.

El gerente debe ser consciente de que sin implicar a la plantilla, que son los cimientos de la compañía, es imposible mejorar a través de modificaciones. Debe aprender a ponerse en el lugar de los trabajadores y valorar la situación desde su punto de vista. El siguiente paso debe ser motivarlos para que colaboren y participen del cambio, con sus propias ideas y soluciones. Para ello hay que preguntar, sistematizar la comunicación entre dirección y personal, y establecer mecanismos para que los propios empleados puedan advertir de lo que no funciona bien dentro de la organización.

El secreto es favorecer el enriquecimiento de los empleados como seres humanos, lo que se logra incorporando una serie de valores, sentimientos… que configuren una auténtica cultura corporativa que comprometa a todas y cada una de las personas, y que posteriormente se convertirá en una sólida base sobre la que apoyar procesos de cambio venideros.

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